Como un eco

David Azurza. Cantante, director y compositor coral.

El coro de Cantores de la JORCAM (tanto en su agrupación infantil como juvenil), hábilmente guiado por su directora Ana González, tiene la gran destreza de presentarnos siempre programas construidos con obras poco habituales del repertorio coral infanto-juvenil, rebosantes de cualidades evocadoras, que le confieren un sello personal e intransferible. Bajo el sugerente título de Como un eco nos propone una heterogénea selección de piezas corales muy adecuadas a sus capacidades interpretativas, y muy atractivas y variadas, tanto para sus integrantes como para el público.

Dado que me corresponde el honor de iniciar y cerrar el programa, permítanme que deje para el final el comentario de mis propias obras:

Comienza el grupo infantil con Tjak, del compositor canadiense Stephen Hatfield. Es una interesantísima propuesta basada en una danza balinesa o canto de monos que rememora y reinterpreta una antigua batalla-epopeya, eco de la tradición mitológica popular india en la que los monos ayudaron al príncipe Rama en su objetivo de vencer al diablo. Cuentan que los primates emplearon sus gritos y movimientos de manos para obstaculizar el acceso de los espíritus malignos (quienes solo saben caminar en líneas rectas).

Lukka Linkola (1955), compositor y pianista de jazz finés, nos propone esta Candle Song (canción de las velas), número 3 de las cinco que integran su precioso ciclo a capella Primitive Music. Pura delicadeza, evocación y espiritualidad con un muy breve texto integrado solo por dos palabras exentas de significado, en un ambiente casi mántrico y desde un profundo conocimiento de las capacidades vocales del coro infantil. 

El gran Benjamin Britten (1913-1976) dedicó una parte importante de su producción al repertorio coral, sin olvidar el infantil. Siempre con un sello característico, personal, rico y pulcro, nos atrae con este canon Old Abram Brown, el número 11 (y último) de su serie Friday afternoons op. 7 (1933-1935). La escribió para un coro escolar que su hermano dirigía los viernes por la tarde; de ahí el título. Este canon a dos y a cuatro voces está basado en un texto popular con música original del autor (y al igual que el ciclo completo, magistral en su conocimiento y delicioso en el tratamiento de las voces infantiles con piano). Hoy nadie osaría terminar un ciclo coral infantil con una pieza fúnebre, pero Britten no dudó en hacerlo, porque hay que saber ofrecer en el “menú infantil” obras de todos los sabores y no solo el dulce, del que se abusa especialmente en música coral para niños. Qué mejor método que este para trascender, para acceder a otro “lugar”, para hacer que lo pequeño llegue a tener otra dimensión y para re-conocer, además, la grandeza interior de los niños. El propio Britten dirigió su preciosa versión del ciclo completo (de obligada escucha)

El eco de lo ancestral, la conexión con la tierra, con lo inmutable, con el recuerdo de la fauna salvaje, viene de la mano de la compositora y directora canadiense Lydia Adams con esta danza Honour song de los indios Mik Maq del Canadá. Estos habitaron la región de Terranova, entre otras, y tuvieron contacto con los vikingos, con algún explorador italiano e inglés y con los balleneros vascos (con los que desarrollaron una jerga común para poder establecer relaciones comerciales).

Y es que parece que el programa abunda en relaciones vasco-canadienses. El mundo mágico y ritual de las “sorgiñak” (brujas) vascas queda reflejado en la siguiente retahíla popular infantil en euskera, Ikimilikiliklik. Aunque inicialmente dudo que tuviera ligazón con el mundo de los sortilegios, el también canadiense Tobin Stokes (1966) juega a transformarla, prácticamente, en una receta mágica, bullente pócima de innombrables y oscuros ingredientes para alcanzar quién sabe qué propósito… Al mismo tiempo la convierte en un preciosista juego de expresión corporal, dramatización, ritmo y onomatopeyas (sin duda, infalibles ingredientes para captar la atención y el interés de los coralistas y del público)

 

Después, son las Jóvenes Cantoras quienes nos traen otros ecos: 

Maurice Ohana (1913-1992) nacido en Casablanca (Marruecos), pero de ascendencia española-gibraltareña-sefardí, y afincado posteriormente en Francia, recoge el espíritu, el eco, del alma popular en la nueva composición. Se trata de una deliciosa y personal visión de una nana popular asturiana, Qué serenina, y tal y como es denominador común en su obra, cautiva por su delicadeza y riqueza sonora.

Ángel Barja (1938-1987), excelente y poco conocido e interpretado compositor, nos trae Como un eco del mar, que además de sugerir el título del programa, aporta el recuerdo de la antigua Cuba a ritmo de habanera, con texto y música originales dedicados en este caso a San Vicente de la Barquera. 

Einojuhani Rautavaara (1928-2016), uno de los grandes de la música finlandesa, abordó en 1973 la composición de Lorca-Sarja (La suite de Lorca) con textos de García Lorca para coro femenino, aunque posteriormente realizó la adaptación para voces mixtas, más conocida e interpretada (por ser más sencilla, lógicamente) que la versión a voces iguales. A mi juicio una de las más interesantes y sugerentes miradas corales a los poemas de Lorca que conozco. El grito, y La muerte, dos de los cuatro números que integran la suite, se sumergen en el espíritu simbólico-onírico de sus versos, con ricos y novedosos recursos corales, captando su esencia con gran intensidad y acierto, respirando su hondo sentir andaluz… a pesar de haber nacido a 4000 kilómetros de distancia (sin duda, doble mérito).

Pasavara Rotāšana, eco de las cuatro estaciones, es un Canto de Primavera, basado en una melodía popular letona que la destacada compositora letona Selga Mence (1953) nos regala. ¡Cuánto tenemos por aprender de las repúblicas bálticas, donde el 80% de la población canta en coros! Inteligente en su confección, expansiva, vibrante y desbordante nos invita a salir al exterior y disfrutar del espectáculo que nos brinda la naturaleza.

The Maiden and the Sea (La doncella y el mar) es una obra del compositor y director belga Kurt Bikkembergs (1963). Nos llegan ecos marinos (de nuevo), pero esta vez desde la capacidad de sugerencia vocal de las voces: el coro como olas, como niebla-salitre y como el espíritu de las almas que encierra el mar y que se escuchan insinuadas y entreveradas, apareciendo cual espíritus fantasmagóricos entre densas espesuras… pura poesía. 

Sudrabina lietins lija (Cae la lluvia dorada) es la siguiente pieza que nos ocupa comentar. De nuevo la maestría de la letona Selga Mence nos trae el eco de las estaciones: esta vez de la calma, de la lluvia invernal en vísperas de la Navidad, también sobre aires populares letones. Esta extraída, como la anterior, de su colección Gadskártu Balsis (Sonidos de las Estaciones) y con exquisito tratamiento de las voces para, sin grandes aspavientos, con la humildad de los grandes, de un modo sencillo y accesible, construir un universo sonoro sugerente y evocador. 

El reconocido compositor norteamericano Samuel Barber (1910-1981) mundialmente aclamado por su Adagio, nos trae esta Farewell (despedida). Incluido en su publicación Twelve rounds (Doce cánones) para coro femenino, es una triste melodía de despedida del amado.

Y, para terminar, rodeado de tan ilustres nombres, permítanme unas notas a las piezas de mi autoría que abren, se intercalan y cierran el concierto de hoy:

Erritu (que significa ritual, en euskera) fue escrita como parte del espectáculo de danza del mismo nombre de la compañía Kukai Dantza, estrenado en 2018 y en el que tuve la oportunidad no solo de escribir la música, sino también de interpretarla como cantante. Esta pequeña canción-escala que interpretan los Pequeños Cantores, sin palabras, construida como un juego sonoro parcialmente improvisado, cumple su función, con muy sencillos mimbres, de servir de entrante en este menú de hoy. Voces que se superponen, despliegan y vibran para crear un universo sonoro más grande de lo que aparentemente podríamos prever. 

Ya vuelve, ya, San Juan es una pequeña suite con breves melodías para ser interpretadas en la festividad de San Juan. Son recopiladas del cancionero popular vasco y enlazadas sin solución de continuidad. Se presentan en primicia para este concierto en su versión en castellano a modo de eco de la sabiduría popular, donde lo cotidiano se hace verso y es motivo de canto, algunas veces, incluso, con cierto tinte jocoso o crítico. 

Oihu hau (Este grito, en euskera) es la obra que cierra este rico programa. Concebida como obra de concurso, es decir, de alta dificultad y vistosidad, fue encargada y estrenada por el coro femenino Vocalia Taldea bajo la dirección de Basilio Astúlez en el Certamen Internacional de Coros de Tolosa 2002. Cosechó, ya entonces, un indiscutible éxito y es hoy en día una de esas obras a las que les cuesta envejecer, a pesar de los 21 años de vida. Es programada habitualmente por muchas agrupaciones corales, tanto nacionales como extranjeras, y creo que, humildemente, una de las claves de su éxito es la combinación de lenguajes corales en torno a una temática común: la manzana (desde su inicio como flor, luego como fruto, pasando por su recogida y, finalmente, su triturado para producir la sidra). Esto hace que el inicio sea musicalmente más poético y la parte media-final, más rítmica y terrena, con la inclusión del ritmo de los palos (elemento habitual en la música popular de la víspera de Santa Águeda en el País Vasco) que aquí recuerda el proceso de machacado de la manzana. He de reconocer, también con humildad, que este éxito de Oihu hau no se ha vuelto a producir en mi camino como compositor, por lo que, creo, no es tan sencillo dar con las claves que en aquel momento la intuición me brindó. Mientras tanto, espero seguir haciendo que sea ella quien siga guiando mis pasos y, si tiene a bien, pueda yo aportar algo mínimamente interesante al repertorio coral. Lo seguiré probando, sin duda. Por intentarlo que no quede.