Del regocijo al dolor: Tránsitos sonoros del alma

Anna Margules
Profesora en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y en el Conservatorio Superior de Música de Zaragoza

El concierto de esta tarde está constituido por dos obras sacras y una pieza que, aunque es profana, no deja de ser espiritual. La Cantata Also hat Gott die Welt geliebt BWV 68 de J.S. Bach y el Stabat Mater Op.53 de K. Szymanowski se sitúan en los extremos de este programa y envuelven al Doble concierto para clarinete, viola y orquesta Op.88 de M. Bruch. 

De 1723 a 1750 J.S. Bach asumió el cargo de Thomaskantoor de Leipzig que le obligaba por una parte a enseñar y preparar el coro de la Escuela de Santo Tomás para el servicio de cuatro iglesias luteranas (Santo Tomás, San Nicolás, La Nueva Iglesia y San Pedro), y por otra a organizar la música para los eventos especiales de la ciudad (aniversarios, homenajes, elecciones del concejo municipal, etc.). Durante los dos primeros años de su estancia en esta ciudad, Bach escribió un conjunto de cantatas corales sacras para el Tiempo Pascual. Entre ellas se encuentra la que hoy será interpretada por la ORCAM, Also hat Gott die Welt geliebt, BWV 68, que se estrenó el lunes de Pentecostés de 1725. 

Bach recurrió a la poeta y libretista alemana Christiana Mariana von Ziegler (1665-1760) para escribir el texto no solo de la que escucharemos, sino de ocho cantatas más que forman parte de su Segundo ciclo anual. Ésta en particular se refiere al regocijo que se experimenta frente al amor de Dios al mundo. La poeta utiliza la primera estrofa del himno de Salomo Liscow (1675) para comenzar la cantata: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito para que todo el que cree en él no se pierda, mas tenga vida eterna.” 

Bach escribe la cantata para dos voces solistas, soprano, bajo, coro a cuatro voces, y un grupo instrumental formado originalmente por una trompa, tres trombones, cornetto, oboe, taille (oboe tenor), dos violines, viola, violonchelo piccolo y bajo continuo.

La obra consta de 5 movimientos que conforman una estructura palindrómica: 

  • Coro: Also hat Gott die Welt geliebt (Así amó Dios al mundo)
  • Aria (soprano): Mein gläubiges Herze (Mi corazón creyente)
  1. Recitativo (bajo): Ich bin mit Petro nicht vermessen (Como Pedro, no soy presuntuoso)
  2. Aria (bajo): Du bist geboren mir zugute (Has nacido para mi bien)
  3. Coro: Wer an ihn gläubet, der wird nicht gerichtet (Quien cree en Él no será juzgado)

El compositor nos transporta por afectos muy distintos que se reflejan en el gran contraste que existe entre los coros de los extremos con las arias del interior.

Como es usual en este tipo de cantatas, Bach empieza con una fantasía coral basada en la primera estrofa del himno de Gottfried Vopelius (1682), pero cuyo compás de 4/4 modifica a un 12/8. Aunque la obra abre con una tonalidad menor, una tonalidad triste, oscura, más propia una Pasión o Stabat Mater, el humor cambia totalmente cuando empieza el aria de soprano. La tonalidad mayor nos ayuda a llenar de alegría el alma con un movimiento en donde se crea un amable diálogo entre la soprano y el violonchelo. Tanto este aria como la del bajo son reelaboraciones (arreglos) de una cantata anterior, Was mir behagt, ist nur die muntre Jagd  BWV 208, que se traduce como “lo que me place es solo la alegre caza”, de ahí que se conozca como “cantata de la caza”.  

Después del recitativo de bajo en donde se mantiene la alegría, llegamos a la siguiente aria. Como sucedía en la anterior, aquí también los instrumentos contestan al cantante.  Esta vez son los oboes los que dialogan con la voz del bajo. El último movimiento no es, como muchas de sus cantatas sacras, una simple armonización coral a cuatro voces, sino que Bach termina con un motete a doble fuga de temas contrastantes, lo que hace de esta cantata una obra muy particular. Bach hace así alarde de su manejo del contrapunto imitativo en donde se entremezclan los versos “wer an ihn gläubet” (Todo el que cree en Él) y “wer aber nicht gläubet” (pero el que no cree) que nos transportan al evangelio según San Juan.

La siguiente pieza que se presenta en este programa es la única profana, pero no por eso menos espiritual. Está compuesta por Max Bruch que, junto con Brahms y Draeseke, fue uno de los compositores alemanes más conocidos de su generación, conocida como la “tercera generación” de compositores románticos de su país. Nació el 6 de enero en 1838 en Colonia y murió el 2 de octubre de 1920 en Berlín, en donde pasó las últimas dos décadas de su vida. Bruch fue además director de orquesta: dirige las de Liverpool y Berlín, entre otras, en 1898 lo nombran miembro de la Academia de Bellas Artes, además de haber sido un profesor de renombre y recibir la Orden del mérito prusiano. Fue muy prolífico, escribió más de 200 obras, en particular su conmovedor Kol Nidrei para violonchelo y orquesta op. 47, y el primero de sus tres conciertos para violín (Concierto para violín n.° 1 en sol menor, op. 26, 1866), que se ha convertido en un elemento básico del repertorio para violín. Aunque Bruch se crió como católico y de adulto fue protestante, el partido nacionalsocialista prohibió su música entre 1933 y 1945 debido a su nombre, su conocida interpretación de una melodía judía de Yom Kippur y su Drei Hebräische Gesange inédito para coro mixto y orquesta (1888). 

Al igual que Brahms, Bruch llegó tarde al clarinete. Tenía más de setenta años y estaba a punto de jubilarse de su puesto en la facultad de la prestigiosa Hochschule für Musik de Berlín cuando escribió sus Ocho piezas para clarinete, viola y piano, op. 83, seguido poco después por su doble Concierto para clarinete y viola, op. 88 que escribió en 1911. Al igual que Brahms, y Mozart antes, Bruch se inspiró en clarinetistas virtuosos: como sus contemporáneos trabajó con Richard Mühlfeld (1856-1907) de la Meiningen Court Orchestra, y colaboró y dedicó la obra a su propio hijo Max Felix Bruch (1884-1943), ​​que entonces tenía veinticinco años y que acababa de comenzar su carrera como intérprete. El hijo de Bruch estrenó la obra en 1913 junto con Willy Hess, concertista aclamado y profesor de violín y viola en la Hochschule für Musik de Berlín. Hess había sido uno de los principales alumnos del renombrado Joseph Joachim, un destacado virtuoso y antiguo colega de Bruch. 

La orquestación ingeniosa pero sutil de Bruch se extiende de catorce a veintiuna voces acompañantes a través de los tres movimientos, y finalmente cuenta con un complemento de instrumentos de viento de madera, cuatro trompas, dos trompetas, cuerdas y percusión. El compositor también escribió una partitura alternativa para violín (en sustitución del clarinete) y una reducción para piano, continuando con su práctica de adaptar sus obras a gran escala como música de cámara.

Bruch escribe el Doble Concierto en una época en donde ya el sistema tonal, los ritmos tradicionales y las antiguas formas se empezaban a cuestionar. Schoenberg ya había compuesto sus piezas atonales para piano Opus 11, Scriabin su séptima sonata para piano Opus 63 y de hecho pocos meses después del estreno del concierto de Bruch se escucharía con gran revuelo en París La Consagración de la Primavera de Stravinski.  En este contexto, el Opus 88 sigue siendo una composición melodiosa de lirismo romántico que ofrece una conversación íntima entre dos instrumentos de timbres no estridentes. El concierto cita las melodías anteriores de Bruch (el segundo tema del segundo movimiento recuerda al primer movimiento de la Suite n.° 2 para orquesta de Bruch) y las estructuras folclóricas extraídas de sus primeras suites. La forma del concierto también es inusual: los conciertos o doble conciertos, una forma musical asentada durante el Barroco, suelen empezar y acabar con un movimiento rápido, siendo el de en medio el movimiento más lento. Aquí el compositor comienza con un movimiento relativamente lento con arpegios en cascada, continúa con uno algo más rápido y termina con un vigoroso Allegro molto cuyo movimiento se ve reforzado por la figura rítmica del tresillo. Los pasajes más dramáticos aparecen al principio, cuando la viola y luego el clarinete se presentan. Es interesante observar el cuidado con el que Bruch emplea la energía de la orquesta para no molestar la acción del clarinete y de la viola. La atmósfera que crea continúa siendo profundamente romántica y de un lirismo que roza la espiritualidad.

De la melancolía del concierto de Bruch llegamos al dolor del Stabat Mater Op.53, la primera composición litúrgica del compositor y pianista Szymanowski (1882-1937). Karol Szymanowski no solo fue uno de los compositores polacos más importantes de la primera mitad del siglo XX, sino que contribuyó a formar generaciones de músicos a través de su implicación pedagógica. Nace en Tymoshivka en los confines del antiguo Reino de Polonia, entonces anexada al Imperio Ruso, hoy Ucrania. Su familia era conservadora y culta, amante del arte y sobre todo de la música (su padre era compositor). Desde los primeros años de su formación en Varsovia podemos ver cómo Szymanowski intentó ir más allá del mundo musical que lo rodeaba y al que consideraba poco estimulante. Ya en aquella época intentaba mirar hacia otros horizontes. Es así como junto con algunos artistas fundó la Asociación de jóvenes compositores polacos en Berlín, bajo el patrocinio y apoyo del príncipe Lubomirski, para difundir la joven música polaca a través de conciertos y publicaciones. A lo largo de su vida artística, Szymanowski viajó por Alemania, Italia, Francia e Inglaterra y dos veces por Estados Unidos.

Aunque su obra no es muy extensa (62 opus) se pueden discernir algunos períodos: carrera temprana, el período de la Primera Guerra Mundial, y las décadas de 1920 y 1930. Quizás esta última fue su época de mayor éxito y en la que recibió las más altas distinciones: En 1930 fue nombrado Rector de la Academia de Música de Varsovia y doctor honorario de la Universidad Jagelónica de Cracovia. Fue elegido para el selecto grupo de miembros honorarios de la ISCM (International Society for Contemporary Music). En 1936 su ballet Harnasie, que se había estrenado en Praga el año anterior, se presentó en la Ópera de París y fue muy elogiado por la crítica y el público. Murió poco después  en un sanatorio en Lausana el 24 de marzo de 1937.

Fue durante su época de madurez creativa de 1922 a 1937 que escribió su primera composición sobre un texto litúrgico, el Stabat Mater. El origen de la pieza fue un encargo de la princesa Edmond de Polignac en 1924. La musicóloga polaca Teresa Chylińska describe las intenciones de Szymanowski para la obra: “réquiem, algo campesino y eclesiástico, ingenuamente devocional, una especie de oración por las almas, una mezcla de religión simple, paganismo y cierto realismo campesino austero”. Parece que Szymanowski y la princesa perdieron el contacto, por lo que el encargo no se llegó realizar. Sin embargo, al poco tiempo hubo dos factores que revivieron en el compositor los deseos de escribir una obra de características similares: el empresario de Varsovia, Bronisław Krystall, pidió a Szymanowski una obra en memoria de su difunta esposa y además su sobrina muere en 1925, por lo que el compositor dedica un tiempo a consolar a su hermana. Del réquiem cuya idea rondaba en su cabeza desde hacía un tiempo, opta por el texto del Stabat Mater que reflexiona sobre el dolor de la madre (Virgen María) al perder a su hijo. Szymanowski eligió la traducción al polaco de Jozef Janowski (1865-1935) del texto latino. Si bien la partitura incluye traducciones al latín, la partitura señala que siempre debe interpretarse en polaco cuando se interprete en Polonia.

Tiene seis versos:

  1. Soprano, coro SA y orquesta: Stała Matka bolejąca ( Stabat mater dolorosa) 
  2. Barítono, coro SATB y orquesta: I któż widział tak cierpiącą (Quis est homo qui non fleret) 
  3. Soprano, contralto, coro SA y orquesta: O Matko Źródło Wszechmiłości (O, Eia, Mater, fons amoris) 
  4. Soprano, alto y coro SATB (a capella): Spraw niech płaczę z Tobą razem (Fac me tecum pie flere) 
  5. Barítono, coro SATB y orquesta: Panno słodka racz mozołem (Virgo virginum praeclara) 
  6. Soprano, contralto, barítono, coro SATB y orquesta: Chrystus niech mi będzie grodem (Christe, cum sit hinc exire) 

Szymanowski comenzó a incorporar música folclórica en su composición durante su período nacionalista de 1922-1937. De hecho, parece ser que justo en los años anteriores a la composición del Stabat Mater, el compositor mantuvo un cuaderno de notas donde transcribió las melodías de los montañeses que escuchó en sus visitas a Zacopane, en los montes Tatra, que luego incorporó a sus composiciones. Además estaba muy interesado y estaba en aquel momento haciendo un profundo estudio sobre  Música Antigua (Palestrina y Pergolesi) como  de los compositores polacos.  Aunque Szymanowski parte de la tradición romántica de Chopin y de Strauss, se puede ver en su música  la influencia de Scriabin, Debussy, Stravinsky y Bartók. Sin embargo, el compositor intentó siempre huir de la imitación transformando estas influencias en un lenguaje personal lleno de espiritualidad.  

REFERENCIAS:

Black, D. (2009). Bach cantatas. Early Music, 37(4), 697-699.
Butt, J. (Ed.). (1997). The Cambridge Companion to Bach. Cambridge University Press.
Chylińska, T., & Sadie, S. (1980). Szymanowski, Karol. The New Grove Dictionary of Music and Musicians, 18.
Locke, B. (2008). Polish Music since Szymanowski. Intersections, 28(2), 109.
Fifield, C. Bruch, Max. The New Grove Dictionary of Music and Musicians, 454-56.
Koh, G. Y. (2018). A Performance Guide to Max Bruch’s Double Concerto, Opus 88, According to the German Style (Doctoral dissertation, University of Cincinnati).
Stuckenschmidt, H. H. (1938). Karol Szymanowski.