G. Fauré. Tantum ergo (Así pues, tan grande)
Z. Kodály. Ave Maria
P. Casals. Nigra sum (Tengo la piel oscura)
D. Azurza. Maghreb suite
E. Esenvalds. Spring, the Sweet Spring (Primavera, la Dulce Primavera)
O. Kuznetsova. V’syron boru tropina (Camino en el bosque húmedo)
O. Gjeilo. Seasons (Estaciones)
G. P. Telemann. El Maestro de escuela TWV 20:57)

El húngaro Zoltán Kodály, el alemán Carl Orff y el brasileño Heitor Villa-Lobos son algunos de los compositores de mayor renombre que dedicaron una parte sustancial de su actividad profesional a la educación musical de la infancia y la juventud en sus respectivos países. En paralelo a estas actividades, desarrollaron un repertorio coral específico –sencillo y luminoso– para voces blancas que no ha hecho sino crecer hasta nuestros días, adaptando a menudo temáticas o melodías provenientes del folklore (Azurza, Esenvalds, Kuznetsov). Los textos litúrgicos (Fauré, Kódaly, Casals) apuntan en otra dirección, al remitirnos remotamente a las scholae medievales y a los cantorcicos renacentistas; niños (varones) entrenados en la polifonía sacra como consecuencia de la prohibición paulina (Primera carta a los corintios) según la cual las mujeres debían «permanecer calladas» en la iglesia.

En un punto intermedio entre ambos extremos se sitúa la cantata profana Der Schulmeister in der Singschule (el maestro de escuela en la escuela de canto), asignada tradicionalmente a Georg Philipp Telemann, pero definitivamente atribuida desde 1995 al organista sajón Christoph Ludwig Fehre. En esta singular pieza, un maestro de coro dispensa sus engoladas enseñanzas a sus discípulos para concluir –basándose en Aristóteles, Platón y Eurípides– que «quien no ama la música es y será un asno». Esta divertida página se adelantó dos siglos a la María de Sonrisas y lágrimas en la enseñanza de las escalas musicales utilizando para ello ingeniosas –y pegadizas– canciones que harán las delicias de niños y adultos.